Operación Masacre
El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento armado contra el gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora”. El general Eduardo Lonardi, un nacionalista católico que había asumido la presidencia tras el golpe, resultó desplazado en noviembre de 1955 por el tándem que formaban Aramburu y el almirante Isaac Rojas, quienes aspiraban a profundizar la desperonización del país. Las garantías consagradas en la Constitución de 1949 quedaron conculcadas y se aplicó el decreto 4.161, que prohibía mencionar a Perón y exaltar los símbolos del “régimen depuesto”. Además, Aramburu congeló salarios y propició el ingreso del país al Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que le recomendó ejecutar una política de ajuste a cambio de asistencia financiera. Ese contexto generó un clima de creciente malestar entre la clase trabajadora y constituyó el caldo de cultivo de la rebelión que encabezarían los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. El movimiento estaba infiltrado por agentes del gobierno, que el 8 de junio ordenó numerosas detenciones entre gremialistas y activistas con el propósito de restarle sustento social al pronunciamiento. Ese mismo día, Aramburu viajó a Santa Fe, pero antes de partir dejó preparados los decretos 10.362, 10.363 y 10.364, que establecían la ley marcial y la pena de muerte, pero que serían publicados en el boletín oficial una vez producida la rebelión. La señal para el inicio de la sublevación se daría por radio, durante la transmisión de la pelea de boxeo entre Eduardo Lausse y el chileno Humberto Loayza, que se celebraba en la noche del sábado 9 de junio en el Luna Park. En una casa de la localidad bonaerense de Florida, en el norte del Gran Buenos Aires, fueron detenidos varios civiles, algunos de los cuales se aprestaban a facilitar respaldo operativo a la rebelión, y otros que, en cambio, se encontraban allí de forma circunstancial para escuchar la pelea. Los combates entre los efectivos del gobierno y los sublevados se produjeron entre las 22 horas y la medianoche del día 9, en tanto que los decretos firmados por Aramburu se difundieron a las 0:30 del día 10. Esas normas fueron creadas para aplicarse de manera retroactiva, en una clara violación de los principios del derecho penal, ya que los fusilamientos estaban decididos de antemano. En la madrugada comenzaron las ejecuciones de los detenidos, y el teniente coronel Desiderio Fernández Suárez, al mando de la Policía de la provincia de Buenos Aires, le ordenó al comisario Rodolfo Rodríguez Moreno fusilar a los detenidos de Florida, que se encontraban en una comisaría de San Martín. Los doce detenidos fueron llevados a los basurales de José León Suárez, donde cinco fueron asesinados por las balas policiales y los otros siete lograron escapar. Ante la muerte de sus camaradas, Valle, escondido en una casa de la calle Corrientes, decidió entregarse a condición de que se detuviera la represión. El general peronista fue conducido al Primer Cuerpo del Ejército, en Palermo, donde tras un juicio sumario se lo condenó a morir frente a un pelotón de tiradores. Valle fue asesinado el 12 de junio, pasadas las 22, en la penitenciaría que estaba ubicada en la calle Las Heras, sin que medie una orden de ejecución escrita. Días después, en un café de La Plata, un periodista interrumpirá la partida de ajedrez que jugaba contra un parroquiano al escuchar una frase inquietante: “Hay un fusilado que vive”. A partir de ese “rumor”, ese periodista, Rodolfo Walsh, dio con Juan Carlos Livraga, y con su testimonio reconstruyó la historia de los fusilados de José León Suárez y plasmó sus padecimientos en el libro Operación Masacre.